Turismo y destierro

Invierno en Cariló

Las ciudades están cada vez más atestadas, la rutina es cada vez más opresiva, el stress cotidiano es cada vez más neurotizante. Esos motivos y otros más, probablemente hayan colocado al turismo como la industria más exitosa de los últimos tiempos. Masas de personas se trasladan de aquí para allá, colmando terminales de pasajeros de todo tipo. Buscamos escapar del cotidiano padecer de las obligaciones que nos agobian por ser tantas. Cada vez el hombre tiene menos tiempo para sí y debe disponer de más y más tiempo para ganar dinero a fin de comprar un poco de libertad.

Cuando me pongo a pensar en los traslados necesarios para llegar a la soñada playa del Caribe, cuando pienso en las horas haciendo colas en aeropuertos y más horas sentada en un asiento de avión en donde casi no puedo moverme, empiezo a pensar que la libertad que creí comprar con un pasaje a la magnífica playa, se desvanece por completo y termino sintiéndome presa completamente de una maquinaria que me genera de todo menos sensación de libertad. Nada menos libre que hacer los trámites en un aeropuerto, nada menos relajante que estar horas sentada en un asiento de clase turista en un avión, nada más lejos de mi sueño de libertad que las horas que tengo que estar en tránsito hasta llegar al fantaseado lugar. Cierto es, que cuando llego soy feliz, soy feliz, por un rato, sensación que se va desvaneciendo rápidamente cuando los pocos días que asigné a ser libre se van sucediendo y allí llega el temido regreso, con las colas, los atrasos en el transporte, el maltrato en las terminales y en los medios de transporte. Y al llegar, al llegar, ya estoy pensando en la próxima fantasía de libertad.

Entonces, por qué amo Cariló y sobre todo en invierno? Llego con el auto. No hay colas, de hecho casi no hay gente, hay un bosque todo para mí, por donde camino y me siento realmente libre. Puedo sentarme en cualquier barcito, o puedo hacer un pic nic en el bosque si hay solcito al mediodía, o puedo meterme en el bosque a juntar leña y no comprar carbón. Hay algo que genere mayor sensación de libertad que hacer un fuego sin más leña que la que encuentres tirada?

Cuando voy a Cariló no viajo fantaseando libertad, sencillamente ejerzo la libertad de ir cuando quiero porque siempre hay alojamiento, de salir cuando quiero porque voy en mi auto o saco pasaje en el día porque va poca gente, a menos que sea un fin de semana largo, Dios me libre. No hago colas ni hay atrasos, salvo la salida de Buenos Aires que es un poco plomo.

Por eso tengo un departamento en Cariló. Pero no me hagan caso, soy medio solitaria, me gusta estar conmigo misma y con mi familia. Estar apilada en un aeropuerto y tener que sacarme los zapatos, el cinturón, los aros, el reloj, tener que volver a pasar el checking porque algo me quedó en el cuerpo que no cumple con las normas de seguridad, tener que estar horas sentada con un/a desconocido/a al lado, pegada sin poder moverme, tener que depender del humor del encargado de migraciones ( que a veces - en general - son muy amables - pero a veces son realmente intolerables) para que me envíe a una fila o a la otra, tener que encontrar mi equipaje y a veces no encontrarlo, en una cinta junto a un grupo de gente tan cansada, y con las mismas fallidas fantasías de libertad que las mías, se me hace tan pero tan insoportable que empiezo inevitablemente a cuestionarme sobre la autocensura, el autoboicot y hasta he elucubrado febrilmente tratados sobre el masoquismo.

Todo eso me hace amar la sensación de libertad inmensa que me provoca Cariló en invierno.
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