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Los espacios se han convertido ultimamente en algo que me suena ajeno, como si el espacio no fuera aquello en lo que estoy inmersa, y que forma parte de mi comunidad, si no solo un escenario en donde transito por algún motivo ajeno a mi voluntad. Los espacios son postales para fotografiar y compartir en las redes sociales, ya no parecen lugares para habitar. Habitar viene de habere:tener o sea tengo el espacio que frecuento o habito a diferencia del espacio que solo visito.
Por algún fenómeno cultural interesante y con muchas aristas para analizar, el mundo se ha convertido en ajeno, pero actualmente - a diferencia de lo que describe Ciro Alegría en su gran novela El mundo es ancho y ajeno, en donde los ciudadanos son desterrados de su comunidad en beneficio del patrón de las tierras y luchan por seguir perteneciendo a ella, sabiendo que la vida del hombre es en comunidad - el hombre se autoexcluye de su comunidad sin reparar que detrás de esa autoexclusión no hay otra cosa que el beneficio económico de unos pocos. Mano de obra joven y barata que circula por el mundo, despojada de toda comunidad y desterrada de su habitat.
En contradicción con los habitantes nativos de muchos sitios que reclaman su territorio ancestral, muchos de quienes habitan esos territorios anhelan otros, que les son y siempre les serán ajenos. Paradojas de un mundo que no cesa de volverse contradictorio
El mundo es cada vez más ajeno y lejos de tomar conciencia de ello, los ciudadanos nos convertimos en turistas de nuestra propia Tierra, desterrados, desarraigados, alienados, abandonando lo que de hombre tiene el hombre: su sociedad.
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