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Interesante observar la necesidad de mantener la industria de la aeronavegación y del turismo funcionando a pesar de que objetivamente los aviones son espacios cerrados con acumulación de personas, situación no permitida en casi ningún país que esté cumpliendo esta cuarentena. En esa línea, el sector gastronómico se encuentra tan perjudicado por esta pandemia como la aeronavegación o el turismo, por dar solo un ejemplo.
Las contradicciones en las nuevas normas de seguridad de IATA, que aparecen en el diario La Nación - quien aparentemente tuvo acceso a ellas - son flagrantes y desopilantes.
Según IATA, el riesgo de transmisión de Covid-19 de un pasajero a otro durante un vuelo es muy bajo por la disposición de los asientos, el uso de filtros HEPA y la dirección del flujo de aire a bordo. Como protección adicional, recomienda el uso de máscaras faciales para los pasajeros. Considera que no será necesario sumar el distanciamiento físico a bordo que implicaría, por ejemplo, dejar asientos libres.
Es incontrovertible que la cercanía de los pasajeros durante horas y horas en clase turista en cualquier vuelo, predispone al contagio de una posible infección viral si viajase un paciente afectado, y a su diseminación. Obviamente las compañías de aeronavegación, que han estado estudiando durante años el hacinamiento de los pasajeros en clase turista para que los vuelos sean más rentables, no dejarían asientos libres para intentar de este modo evitar el contagio de una pandemia que está generando un crack ecónomico mundial.
El nivel de presión que intenta ejercer I.A.T.A sobre las decisiones del gobierno argentino de no permitir la venta de pasajes aéreos hasta el 1 de septiembre, son insólitas. Máxime teniendo en cuenta que, económicamente Argentina presenta un déficit comercial importante debido al turismo. por lo cual mantener cerrados los vuelos no solo beneficia la cuarentena que estamos cursando todos en pos de mitigar la dispersión de la pandemia- con claros quebrantos económicos de gran parte de la población - , sino que beneficia economicamente el equilibrio de la balanza comercial.
Las contradicciones en las nuevas normas de seguridad de IATA, que aparecen en el diario La Nación - quien aparentemente tuvo acceso a ellas - son flagrantes y desopilantes.
Según IATA, el riesgo de transmisión de Covid-19 de un pasajero a otro durante un vuelo es muy bajo por la disposición de los asientos, el uso de filtros HEPA y la dirección del flujo de aire a bordo. Como protección adicional, recomienda el uso de máscaras faciales para los pasajeros. Considera que no será necesario sumar el distanciamiento físico a bordo que implicaría, por ejemplo, dejar asientos libres.
Es incontrovertible que la cercanía de los pasajeros durante horas y horas en clase turista en cualquier vuelo, predispone al contagio de una posible infección viral si viajase un paciente afectado, y a su diseminación. Obviamente las compañías de aeronavegación, que han estado estudiando durante años el hacinamiento de los pasajeros en clase turista para que los vuelos sean más rentables, no dejarían asientos libres para intentar de este modo evitar el contagio de una pandemia que está generando un crack ecónomico mundial.
El nivel de presión que intenta ejercer I.A.T.A sobre las decisiones del gobierno argentino de no permitir la venta de pasajes aéreos hasta el 1 de septiembre, son insólitas. Máxime teniendo en cuenta que, económicamente Argentina presenta un déficit comercial importante debido al turismo. por lo cual mantener cerrados los vuelos no solo beneficia la cuarentena que estamos cursando todos en pos de mitigar la dispersión de la pandemia- con claros quebrantos económicos de gran parte de la población - , sino que beneficia economicamente el equilibrio de la balanza comercial.
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